Reportaje de Agencia Efe emitido el 7 de julio de 2016. Lo primero que percibió Luis Peebles al bajar del furgón militar fue el olor a campo y ropa limpia. El saco que le cubría la cabeza le impedía ver donde estaba. "Este no será un centro de torturas como los demás", pensó. Era febrero de 1975. Antes del golpe militar contra Salvador Allende, Luis estudiaba medicina y lideraba el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) en la ciudad de Concepción. Un año atrás había sido capturado y trasladado a distintos centros de tortura de la dictadura de Augusto Pinochet. Ninguno de esos laberintos del horror se parecía al lugar al que llegó aquella noche del verano austral. Durante siete días, Luis fue salvajemente torturado por los oficiales del Ejército chileno y por un hombre con acento germano especialmente cruel. Ese despiadado alemán era Paul Schäfer, el líder pedófilo de la secta Colonia Dignidad. Como Luis, unos 350 opositores fueron torturados en Colonia Dignidad, enclave de una secta alemana en el sur de Chile que entre 1961 y 2005 sometió a niños, jóvenes y adultos a brutales castigos, manipulación mental y un despiadado autoritarismo. Una organización vertical que se acercaba al ideal de la idiosincrasia pinochetista. Al triunfar el golpe de 1973, Schäfer ofreció sus instalaciones a la policía secreta del régimen militar. Colonia Dignidad se convirtió así en una pieza clave del aparato represor de la dictadura. La mayoría de los colonos asegura que nunca imaginaron lo que ocurría allí con los opositores a Pinochet; sin embargo, algunos dirigentes, como Rudolph Cöllen, confesaron al juez haber quemado cadáveres y lanzado las cenizas a un río cercano. Cuando en 2005 la policía desmanteló la secta, encontró un ingente arsenal de lanzacohetes, municiones, granadas e incluso armas químicas, como gas sarín. La historia sobre la relación de Colonia Dignidad con la dictadura sigue siendo un puzzle al que le faltan muchas piezas. Las víctimas de la represión confían en que las numerosas causas abiertas en los tribunales consigan algún día completar esos espacios vacíos.