Juez de Parral, autoridades del gobierno Alemán y Amnesty Internacional, inpeccionan Colonia Dignidad.

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  • Codigo: 719
  • Jueza de Parral, acompañada de los abogados Máximo Pacheco y Sergio Corvalan, en representación del gobierno alemán y de Amnistía Internacional, inspeccionan Colonia Dignidad.
  • 1988-05-07

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Colonia Dignidad, la secta más tenebrosa del siglo XX

Reportaje de Agencia Efe emitido el 5 de julio de 2016. Eran los primeros meses de 1962 y Helmut Schaffrick se sentía afortunado. Acompañado de su esposa y sus siete hijos se alejaba en barco de una Alemania en ruinas. En el horizonte divisaba un paraíso cristiano donde empezaría una nueva vida junto a otros 300 compatriotas. Su viaje finalizaba en unos terrenos boscosos del sur de Chile donde erigirían una comunidad para ayudar a los más necesitados. La llamarían Colonia Dignidad. Para financiarla, los Schaffrick, como otras familias, habían vendido la casa donde vivían, en un pequeño pueblo del norte de Alemania. Helmut y su esposa Emi reunieron 30.000 marcos que entregaron a su líder y guía espiritual, Paul Schäfer. Durante la Segunda Guerra Mundial, Schäfer fue enfermero del ejército nazi. Después, en medio de una Alemania desorientada, empezó a reclutar fieles de las comunidades baptistas. Pronto formó un grupo de devotos seguidores, entre ellos niños de quienes abusaba sexualmente. Cuando la fiscalía empezó a investigar, Schäfer huyó a Chile con la mayoría de sus adeptos. Unos 90 niños viajaron sin sus padres. Schäfer les dijo que sería una estancia temporal. Así comenzó un infierno que duró casi cincuenta años. Instalados en una aislada finca entre ríos y montañas, Schäfer -ayudado de un pequeño círculo de fieles seguidores- requisó los documentos de los colonos e impuso un "férreo régimen totalitario", relata el abogado Winfried Hempel, nacido en Colonia Dignidad. El infernal sistema de trabajo, los brutales castigos y la implacable vigilancia permitieron a Schäfer erigir una disciplinada microsociedad, regida por un poder absoluto y un dios vengativo. Afuera, Colonia Dignidad era una "modélica finca autárquica" que gozaba de la simpatía de la ultraderecha chilena. Durante el Gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), los colonos cavaron trincheras y alzaron un cerco eléctrico para protegerse de la "invasión marxista". Nunca pensaron que levantaban los muros de su propia cárcel. Tras el golpe militar de 1973, Schäfer ofreció sus instalaciones a la policía secreta de Augusto Pinochet. Colonia Dignidad se transformó en pieza clave del aparato represor de la dictadura. Finalmente, la democracia logró resquebrajar los impenetrables muros de Colonia Dignidad. Schäfer se fugó en 1997, cuando la justicia empezó a investigarle. Sin embargo, un "consejo de ancianos" mantuvo el régimen hasta 2005, cuando Schäfer fue detenido en Argentina y encarcelado en Chile, donde murió cinco años después. Hoy, Colonia Dignidad se llama Villa Baviera y se ha reinventado como complejo turístico. La mayoría del centenar de colonos que aún habita en el enclave lucha por rehacer su vida y aprender a convivir con la sombra de Schäfer.

Años después de su liberación, las víctimas de Paul Schafer siguen “atrapadas”

Reportaje de Agencia Efe emitido el 6 de julio de 2016. Winfried Hempel quedó atónito frente al hospital. Paralizado. La mirada clavada en las puertas que se abrían y cerraban automáticamente. Era 1997 y por fin conocía el mundo exterior. Los veinte primeros años de su vida estuvo encerrado en Colonia Dignidad, una de las sectas más oscuras de la humanidad. Winfried creció sin padre ni madre. Sin besos ni caricias ni un 'buenas noches'. La infancia y la juventud la pasó con el miedo en el estómago, intentando domesticar la tristeza para sobrevivir a las brutales palizas y los salvajes castigos. Su universo finalizaba en un cerco eléctrico de dos metros de alto que rodeaba las 16.000 hectáreas de Colonia Dignidad, un infierno en el sur de Chile de donde sólo cinco personas consiguieron escapar. Este hombre corpulento, de 39 años y ahora abogado, fue uno de los 300 alemanes recluidos en lo que las autoridades chilenas definieron como un "Estado dentro de otro Estado" que funcionó desde 1961 hasta 2005. Los testimonios de las víctimas describen un mundo de terror controlado por Paul Schäfer, un psicópata que durante casi cincuenta años sometió a niños, jóvenes y adultos a castigos y manipulación mental. Schäfer, un exenfermero nazi, reclutó a fieles baptistas después de la II Guerra Mundial y emigró con ellos al sur de Chile. En 2005 fue detenido en Argentina y encarcelado en Chile, donde murió cinco años después. Once años después de la desarticulación de la secta, los fantasmas de la esclavitud y las torturas siguen rondando las víctimas. Hoy, Colonia Dignidad ya no existe pero la sombra de Schäfer sigue turbando la vida de los colonos. Pocos han podido rehacerla. Muchos aún se sienten encerrados.

Colonia Dignidad, un enclave "embrujado" por las atrocidades del pasado

Reportaje de Agencia Efe emitido el 8 de julio de 2016. Un manto de niebla cubre el camino que se adentra en un frondoso bosque del sur de Chile. Es invierno y el frío entumece los huesos. De entre los árboles emerge una barrera y a su lado, un cartel: "Bienvenidos a Villa Baviera". En este lugar, próximo a Los Andes y protegido por una alambrada, funciona una pequeña comunidad. Bautizada como Colonia Dignidad, hasta hace diez años era el enclave de una de las sectas más oscuras que ha conocido la humanidad. Entre 1961 y 2005 fue escenario de un infierno controlado por Paul Schäfer, un psicópata enfermero nazi que actuaba en nombre de un dios vengativo y que sometió a 300 personas a castigos y manipulación mental. Para quienes nacieron y crecieron allí, la pedofilia, la esclavitud y el autoritarismo eran la realidad cotidiana. En la antigua Colonia Dignidad hoy habita un centenar de alemanes. El recuerdo de las atrocidades que padecieron sigue embrujando hasta el último rincón. Hace cuatro años los pobladores reconvertieron un edificio en restaurante y hotel. Las lámparas y butacas de Schäfer dan un toque siniestro al recinto, al que a veces llegan visitantes para participar en las fiestas folclóricas alemanas. Los turistas quedan encantados con el bucólico entorno y la sabrosa comida de Villa Baviera, pero los familiares de las víctimas consideran una ofensa "bailar sobre los muertos". "Es una falta de respeto para quienes todavía buscan a sus seres queridos. Villa Baviera tendría que convertirse en un espacio para recordar a las víctimas", sostiene Margarita Romero, presidenta de la Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad.

Secta de Colonia Dignidad, pieza clave en la dictadura de Pinochet

Reportaje de Agencia Efe emitido el 7 de julio de 2016. Lo primero que percibió Luis Peebles al bajar del furgón militar fue el olor a campo y ropa limpia. El saco que le cubría la cabeza le impedía ver donde estaba. "Este no será un centro de torturas como los demás", pensó. Era febrero de 1975. Antes del golpe militar contra Salvador Allende, Luis estudiaba medicina y lideraba el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) en la ciudad de Concepción. Un año atrás había sido capturado y trasladado a distintos centros de tortura de la dictadura de Augusto Pinochet. Ninguno de esos laberintos del horror se parecía al lugar al que llegó aquella noche del verano austral. Durante siete días, Luis fue salvajemente torturado por los oficiales del Ejército chileno y por un hombre con acento germano especialmente cruel. Ese despiadado alemán era Paul Schäfer, el líder pedófilo de la secta Colonia Dignidad. Como Luis, unos 350 opositores fueron torturados en Colonia Dignidad, enclave de una secta alemana en el sur de Chile que entre 1961 y 2005 sometió a niños, jóvenes y adultos a brutales castigos, manipulación mental y un despiadado autoritarismo. Una organización vertical que se acercaba al ideal de la idiosincrasia pinochetista. Al triunfar el golpe de 1973, Schäfer ofreció sus instalaciones a la policía secreta del régimen militar. Colonia Dignidad se convirtió así en una pieza clave del aparato represor de la dictadura. La mayoría de los colonos asegura que nunca imaginaron lo que ocurría allí con los opositores a Pinochet; sin embargo, algunos dirigentes, como Rudolph Cöllen, confesaron al juez haber quemado cadáveres y lanzado las cenizas a un río cercano. Cuando en 2005 la policía desmanteló la secta, encontró un ingente arsenal de lanzacohetes, municiones, granadas e incluso armas químicas, como gas sarín. La historia sobre la relación de Colonia Dignidad con la dictadura sigue siendo un puzzle al que le faltan muchas piezas. Las víctimas de la represión confían en que las numerosas causas abiertas en los tribunales consigan algún día completar esos espacios vacíos.

Las víctimas de Colonia Dignidad exigen responsabilidades a Chile y Alemania

Reportaje de Agencia Efe emitido el 9 de julio de 2016. 16 de agosto de 1968. Un pequeño papel arrugado llega a la embajada alemana en Santiago. Una caligrafía desesperada denuncia que su familia está encerrada en Colonia Dignidad; que a sus hijos les pegan a diario; que a su mujer la tienen aislada. "Por favor, sáquennos de aquí". El embajador jamás hizo nada. El remitente era Natan Bohnau, un colono alemán encerrado desde 1961 junto a otros 300 compatriotas en una finca en medio de frondosos bosques, en el sur de Chile. Un "paraíso cristiano" al que llegaron huyendo de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Pero la pervertida personalidad de su líder, Paul Schäfer, acabó convirtiendo el paraíso en un campo de concentración. "Ni el Estado alemán ni el chileno hicieron nada, a pesar de que sabían que se cometían atrocidades", explica el abogado Winfried Hempel, nacido en Colonia Dignidad. Hasta el año 2005, Schäfer sometió a niños y adultos en un lugar que funcionó como un "Estado dentro del Estado". Ningún país se atrevió a tocarlo. Alemania, por no ensuciarse con "una reminiscencia del nazismo"; Chile, por su perpetua idealización de lo germánico. Tras seis años de trabajo, Hempel está a punto de presentar una demanda colectiva contra el Estado chileno. La querella, apoyada por 120 excolonos, exige que se repare a cada víctima con un millón de dólares. Están convencidos de que ganarán.