1983 fue un año clave en el proceso de transformación de la sociedad chilena en cuanto a su movilización social. Sólo después de una década de represión sistemática la ciudadanía inicia un proceso de rechazo civil que comienza en sus bases populares y que trasciende a todos los sectores del país. En esos momentos nadie podía prever sus consecuencias, pero no cabían dudas que constituía el comienzo de la caída del dictador. Los paros nacionales, las protetas callejeras y la desobediencia civil son registradas por cineastas y camarógrafos que arriesgando su propia vida se internan en los lugares donde está produciéndose el estallido social. Dicha fuerza social decantará luego en una organizada oposición política que sabrá auscultar las debilidades del sistema dictatorial civil/militar.